Desde que ocurrió el escándalo de las emisiones de Volkswagen, las autoridades encargadas de la materia alrededor de todo el mundo se han vuelto cada vez más exigentes. En muchas ciudades se prohibirá la entrada a los vehículos diésel en apenas unos años, algunos países incluso se están planteando prohibir la venta de modelos diésel, y poco a poco todos los segmentos inferiores irán experimentando una evolución hacia la gasolina y las energías alternativas.
A día de hoy, la industria europea del automóvil invierte cerca de 45 mil millones de euros en I+D cada año, un gran porcentaje de los cuales se destina a la tecnología de ahorro de combustible. Indudablemente esto refleja la necesidad de cumplir con los estrictos objetivos de la Unión Europea (UE), centrados en una cada vez mayor reducción de las emisiones de los vehículos nuevos.
La nueva normativa, que entrará en vigor a partir del año 2021, es mucho más estricta y realista, asignando a cada marca un objetivo de emisiones en función del peso medio de sus vehículos. Lógicamente, esto puede suponer una ventaja o un gran riesgo, pero por ahora los fabricantes cuentan principalmente con cinco posibles recursos para ajustarse a la normativa:
- Optimizar el rendimiento de los motores
- Reducir el peso del conjunto (por cada 100 kg de reducción en el peso total de un vehículo, el consumo de combustible se reduce en 0,25 l/100 km y las emisiones en 6-7 g/km de CO₂)
- Desarrollar más vehículos híbridos y eléctricos
- Hacer más atractivos y útiles los vehículos eléctricos y su infraestructura
- Instalar motores más pequeños al crear modelos más pequeños.
Y deberían tomárselo muy en serio, porque según un estudio llevado a cabo por PA Consulting en base a esta nueva regulación, la gran mayoría de fabricantes europeos no conseguirá cumplir con dicha normativa salvo que lleven a cabo un cambio radical en sus carteras de productos, lo que les hará enfrentarse a cuantiosas multas. Concretamente, solo 4 de los 12 principales fabricantes lo conseguirían, que son Peugeot-Citroën, Toyota, Renault-Nissan y Volvo.
Entre aquellos que van por buen camino pero aún tienen que apretarse un poco más las tuercas encontramos a Ford, Daimler y Jaguar-Land Rover; pero quienes parece que lo tendrán algo más crudo son Volkswagen, BMW, Hyundai-Kia, Fiat-Chrysler y General Motors. Por ejemplo, Volkswagen tendrá que alcanzar unas emisiones medias de 96,3 g/km de CO₂ en su gama o podría enfrentarse a una multa de 1.000 millones de euros; cifra que en el caso de BMW sería de 350 millones de euros.
El grupo FCA, por su parte, se ve perjudicada por los mastodónticos vehículos de Jeep y Chrysler, los cuales penalizan el buen hacer de Fiat. Además, el grupo italiano ni siquiera tiene claro un plan de electrificación de su gama, lo que endurece aún más sus situación, pudiendo llegar a enfrentarse a una multa de 600 millones de euros. Sea como sea, está claro que la carrera por reducir las emisiones ha comenzado, ahora solo nos queda ver cuantos fabricantes son capaces de cumplir con las directrices de la Unión Europea.
Lo importante es dar ayudas a los que andan con cafeteras humeantes de los años 90 en pleno 2018.