Recientemente os contaba la oscura historia de Audi y su proyecto secreto de motor central para el Mundial de Rallies en aquella época en la que todo el protagonismo era para los radicales modelos del Grupo B. Hoy es el turno de Citroën, uno de los referentes en el WRC de la época moderna, pues desde su constitución en 1998, el Citroën World Rally Team ha ganado ocho campeonatos de fabricantes, nueve títulos de pilotos y 86 victorias.
Sin embargo, ¿qué pasa si echamos la vista unos años atrás? Más concretamente, al período del mencionado Grupo B. Pues lo cierto es que los esfuerzos de la firma gala en el campeonato dejaron mucho que desear, pudiendo considerarse su andadura por los rallies como un auténtico desastre que tuvo como máximo exponente el Citroën BX 4TC Evolution.
Corría la década de 1980 cuando el Grupo B empezaba a convertirse en una auténtica locura. Por desgracia para los fabricantes que participaban en esta competición, algo tremendamente horrible estaba a punto de ocurrir, pues los repetidos accidentes que se saldaron la vida de pilotos y espectadores acabaron con el Grupo B de rallies.
Como ya sabréis, la gota que colmó el vaso fue la muerte de Henri Toivonen y su copiloto Sergio Cresto en Córcega el 2 de mayo de 1986, hecho que puso fin a esta categoría llevándose también por delante el proyecto del Grupo S todavía más salvaje y desproporcionado que el anterior. Todo lo que le quedaba a las marcas eran sus prototipos…
Pero esa temporada fatídica de 1986 no sólo estuvo marcada por el trágico accidente, sino también por el desastroso tropiezo de Citroën. Mientras que la competencia empezó a optar por el diseño de motor central en los ’80, Citroën y Audi decidieron mantener la mecánica en la parte delantera.
Lo más curioso es que el Citroën BX de calle presentaba un motor de montaje transversal, por lo que la compañía tuvo que convertir el automóvil a una disposición longitudinal para las carreras.
Esto hizo necesario que el motor tuviera que ubicarse muy adelantado para acomodar el sistema de tracción a las cuatro ruedas y, como podréis imaginar, en términos de distribución de peso la conversión fue un error garrafal. Más concretamente, hablamos de un bloque de cuatro cilindros en línea Simca-Chrysler de 2.4 litros con ocho válvulas y una potencia de 380 CV.
Era una mecánica bastante simple, pero también algo pesada y menos potente que la de sus rivales. Si añadimos a la ecuación que el conjunto resultaba considerablemente más pesado que el peso mínimo permitido del Grupo B, el resultado está claro. El objetivo del Grupo B era dejar volar la imaginación de los ingenieros, dando como resultado máquinas locas que prácticamente no tenían nada que ver con los modelos de carretera en los que supuestamente se basaban.
Pero sencillamente, Citroën no supo o no quiso aprovechar al máximo la libertad creativa que se le había dado, tal vez como consecuencia del modesto presupuesto de la empresa de rallies. El resultado fue el mencionado Citroën BX 4TC, un automóvil con sobrepeso y poca potencia que, gracias a la falta de diferencial central, era extremadamente difícil de pilotar.
El BX del Grupo B hizo su debut a comienzos de la temporada de 1986, demostrando desde sus inicios que era incapaz de seguirle el ritmo a rivales tan brillantes como los Lancia Delta S4 o Peugeot 205 T16. Tras un sexto puesto en la segunda ronda del Rally de Suecia -que por otra parte fue el mejor resultado del coche-, Citroën se ausentó con el modelo durante tres rondas para pulir su desarrollo.
El Citroën BX 4TC sólo participó en los rallies de Montecarlo, Suecia y Acrópolis, obteniendo como mejor resultado un sexto puesto con el francés Jean-Claude Andruet al volante.
El equipo estaba de vuelta para el Rally Acrópolis, donde el BX 4TC inicialmente mostró un ritmo prometedor. Parecía que el vehículo realmente sería capaz de de ser recordado como una de las leyendas del Grupo B, pero las dos unidades que participaban en la competición se retiraron con un fallo en la suspensión. Humillado en el escenario internacional, el programa de rallies de la marca fue sepultado con efecto inmediato.
El Citroën BX 4TC compitió así en sólo tres rallies de la temporada, pero por suerte para la compañía, la prohibición del Grupo B de cara a 1987 hizo que no tuvieran que volver a preocuparse en este aspecto. Desde luego, no fue la época dorada para Citroën en la competición, y todo ello antes siquiera de que hablemos del vehículo homologado para carretera en el que estaba basado el automóvil del Grupo B.
Coachbuilder Heuliez fue el encargado de crear las 200 unidades que verían la luz y, estéticamente, resultaba prometedor, con unos pasos de rueda bien ensanchados y un llamativo alerón en su zaga. En el vano motor se escondía la misma mecánica con 200 CV y 294 Nm de par, que si bien no era una cifra despampanante, permitía al BX 4TC alcanzar los 100 km/h desde parado en 7,1 segundos y llegar hasta una velocidad punta de 220 km/h.
Sin embargo, no causó precisamente furor entre el público y, en 1988, la marca apenas había logrado deshacerse de 100 ejemplares. Llegados a este punto, desde Citroën decidieron tomar medidas para evitar futuras pesadillas y, tras anular el proyecto, trataron de recomprar la mayor parte de las 86 unidades vendidas -supuestamente, por el doble del precio original-. La mayor parte fueron destruidos, pero se cree que aún hay unos 40 ejemplares con vida, lo que les hace estar bastante cotizados…
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