El reciente Salón del Automóvil de Ginebra 2019 fue el escenario elegido por Mazda para anunciarnos la llegada de un nuevo SUV. Antes de que finalice el año, la compañía nipona completará su gama de crossovers con la introducción del nuevo Mazda CX-30, una interesante propuesta que quedará situada entre los CX-3 y CX-5, y que bien podría haberse denominado CX-4 de no ser un número “horrible” para la cultura japonesa.
El nuevo CX-30 tiene unas dimensiones compactas y llegará para plantar cara a los Nissan Qashqai, SEAT Ateca y Peugeot 3008, entre otros. Con sus 4,4 metros de longitud, comparte plataforma con el Mazda3, aunque con modificaciones en la batalla (es 7 cm más corta en el todocamino). El estilo del nuevo CX-30 sigue las pautas ya vistas en el resto de vehículos, combinando la elegancia del Mazda6 con los trazos más dinámicos del último Mazda3.
La forma del portón posterior algo más inclinada de lo habitual añade un toque deportivo sin caer en la estética “coupé” de otros vehículos. En el interior tampoco hay grandes sorpresas, con muchas soluciones ya vistas en el nuevo Mazda3 como la pantalla central situada en una posición sobre-elevada, mandos de climatización tradicionales o un túnel central entre los asientos bastante ancho.
Mazda comercializará el nuevo CX-30 en Europa con motores adaptados a la normativa Euro 6d-TEMP. Junto a los 2.0 SKYACTIV-G y 1.8 SKYACTIV-D, el nuevo modelo destacará por integrar el interesante SKYACTIV-X con 181 CV que presume de unas prestaciones y consumos sensacionales. Se podrá elegir entre cambio manual o automático, y tracción sencilla o total según mecánicas.
Ahora la pregunta es: ¿Tiene sentido este SUV intermedio? ¿Realmente existen tantas diferencias con sus hermanos de gama? Pues hoy os quiero proponer una comparación visual en la que juzguéis por vosotros mismos cuánto de CX-3 y de CX-5 tiene el nuevo Mazda CX-30.