El acabado Motion añade a lo anterior el asistente de cambio de carril involuntario, faros antiniebla, cámara de visión posterior, climatizador automático de dos zonas, airbag de cortina y de rodilla, sensor de lluvia, encendido automático de luces, espejo interior fotosensible, paquete cromado exterior, retrovisores abatibles, volante y pomo del cambio en piel, sistema de sonido con pantalla táctil de 6,1 pulgadas y seis altavoces.
Por último el Kaiteki suma además los faros Bi-Xenón adaptativos, acceso sin llave, arranque por botón, tapizado en piel, asientos delanteros térmicos, asiento del conductor eléctrico, cristales tintados, paragolpes trasero con escalón integrado, sistema de navegación MMS con pantalla táctil de siete pulgadas, radio DAB y apliques decorativos específicos.
Motorización
En el apartado mecánico, el L200 se ofrece con un único motor turbodiésel de cuatro cilindros y 2.4 litros que está disponible con dos potencias diferentes. La primera de ellas desarrolla 154 caballos a 3.500 rpm y 380 Nm de par motor entre las 1.500 y las 2.500 rpm, estando asociada a un cambio manual de seis velocidades de nueva factura desarrollado por Mitsubishi.
En segundo lugar, la mecánica más potente desarrolla 181 caballos a 3.500 rpm y 430 Nm de par máximo a 2.500 rpm, pudiendo elegirse únicamente en el acabado más alto de la gama (Kaiteki) y con una transmisión automática de cinco relaciones (con levas tras el volante) por convertidor de par firmada por AISIN.
En realidad es la misma que equipa el Montero, pero mejorada y adaptada al L200 para remolcar hasta 3.100 kg. Con ella alcanza los 177 km/h de velocidad máxima y acelera de 0 a 100 km/h en 10,6 segundos. El consumo medio combinado es de 7,2 L/100, con unas emisiones de 189 g/km de CO2.
Para realizar la toma de contacto nos subimos a la variante de 154 caballos con cambio manual, una mecánica que en principio resuelve bien cualquier situación. Si bien es cierto, no tuvimos la oportunidad de probar el coche totalmente cargado, pero en vacío goza de potencia más que suficiente para salir airoso tanto en campo como en carretera.
Aunque este bloque diésel resulta algo ruidoso al superar las 2.800 revoluciones, hay que reconocer que los ingenieros de Mitsubishi han trabajado duro para reducir al máximo las vibraciones e insonorizar el habitáculo. En el interior, el sonido del motor es bastante leve y tampoco llega a ser desagradable como en modelos de antaño.
Respecto a los consumos reales, es fácil llevar este pick-up en torno a los 7 litros en carretera, mientras que el consumo medio de toda la jornada fue de 9,8 litros al finalizar el recorrido –incluyendo 208 km de carretera y tramos de varios kilómetros en campo con notables desniveles y donde fue necesario jugar constantemente con el cambio y el acelerador-.
Ficha técnica
Version | 2.4 L AS&G DI-D |
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Cilindrada | 2.442 cc |
Potencia | 113 kW (154 CV) / 3.500 rpm |
Par | 380 Nm / 1.500-2.500 rpm |
Peso | 1.875 kg |
Dimensiones Lar/An/Al mm | 5.205 / 1.815 / 1.780 mm |
Volumen Maletero | 1,1 metros cúbicos |
Aceleración 0 a 100 km/h | 11,9 segundos |
Recuperación 80 a 120 km/h | ND |
Velocidad máxima | 174 km/h |
Consumo homologado | 7,6 urbano / 5,8 extraurbano / 6,4 combinado (l/100 km) |
Emisiones CO2 por km | 169 g/km |
Precio de partida | 28.635 euros |
Comportamiento
Nada más ponerte a los mandos del nuevo Mitsubishi L200, todo a tu alrededor parece hacerse pequeño, sintiéndote poderoso e indestructible -todas sus dimensiones se hacen palpables nada más echar un vistazo por la luna delantera y los espejos retrovisores-. En campo sabemos que va a resultar prometedor pero… ¿Y en carretera?
Giramos la llave y el motor turbodiésel de 2.4 litros se pone en marcha sin excesiva rumorosidad. Siendo un pick up, la verdad es que esperábamos un sonido algo más tosco, pero nunca está de más llevarse buenas impresiones desde el primer momento.
Nos ponemos en marcha rumbo a Toledo -donde tendrán lugar las pruebas off-road-, así que podremos disfrutar de un largo tramo de carretera en el que el L200 tendrá que demostrarnos que su lado más SUV no es mera estética. En los primeros kilómetros a través del casco urbano aprovechamos para jugar con la palanca de cambios, la cual presenta unos recorridos bastante largos y un tacto que peca de impreciso.
Lógicamente, hemos de tener claro el tipo de vehículo en el que estamos, su prioridad es la durabilidad y fiabilidad por encima del resto de concesiones y en eso no tenemos queja posible. Además, en las primeras marchas el coche empuja con una fuerza notoria, demostrándonos todo su potencial de arrastre, mientras que en marchas largas la respuesta es algo más perezosa.
Ya en carretera, el L200 se mueve con soltura a pesar de sus dimensiones. La nueva suspensión mucho más firme y la rigidez torsional mejorada en un 7% permiten un buen control de las inercias y aumentan las posibilidades de este pick up en el paso por curva. Es cierto que aún se transmiten algunos rebotes al interior, pero la comodidad de marcha es mucho más que aceptable y su mejoría respecto a su predecesor y la competencia es clara.
Al salir de la autopista y adentrarnos por carreteras secundarias en peor estado los inconvenientes de equipar una suspensión trasera de ballestas salen a relucir. Está claro que esta suspensión está pensada para soportar grandes volúmenes de carga sobre terreno muy irregular sin romperse, pero cuando el firme es imperfecto la dureza de la amortiguación resulta algo incómoda y da la sensación de que en vez de rodar, flotas sobre el asfalto.
Una vez llegados a la finca donde se desarrollará nuestra jornada, es hora de poner a prueba las virtudes off-road del Mitsubishi L200. La ruta que nos tienen preparada nos va a permitir comprobar sus prestaciones y, sobretodo, su dureza, pues el recorrido resulta bastante más complicado de lo que viene siendo habitual y podemos rodar con total libertad.
El elevado par disponible a bajas vueltas que sobre asfalto favorecía el arrastre de elementos pesados, ahora nos permite sortear los primeros obstáculos de la pista forestal con tremenda facilidad. El motor empuja con fuerza y la mayor rigidez torsional se hace patente en cada irregularidad del terreno.
En el hábitat natural del L200 el tacto de la palanca de cambios se vuelve más cómodo, pero su imprecisión no ayuda a hacer cambios rápidos cuando ruedas por caminos a una velocidad elevada. Personalmente, para una circulación off-road optaría por la transmisión automática de cinco velocidades con levas tras el volante, siempre resulta mucho más cómoda a la hora de sortear obstáculos y ascender o descender pendientes.
Y hablando de pendientes, frente a nosotros aparece la primera subida pronunciada -con su consiguiente bajada tan solo unos metros después-. Es hora de poner a prueba el sistema de arranque en pendiente y el remozado sistema de tracción Super Select 4WD II con reductora que habremos de manejar mediante el mando giratorio situado junto a la palanca de cambios.
pero a la hora de conducir en carretera esta considerada como camion por lo que no puede exceder los 90 km/h en autopista
Benditas reductoras, retener sin achicharar frenos. Que aprendan los «SUV todoterrenos»
Según lo matricules, no?