Los frenos son uno de los componentes más importantes de nuestro vehículo, por no decir el más importante junto a los neumáticos. No nos sirve de nada tener altas dosis de potencia si no tenemos cómo controlarla, y el sistema de frenado es de los componentes que más uso y desgaste sufre a diario, por lo que es importante garantizar su buen mantenimiento.
En otras ocasiones os he hablado de las pinzas de freno, desde los motivos por las cuales no deberías repintarlas hasta los detalles del equipo de frenos de alta tecnología que emplean los monoplazas de Fórmula 1; de los tipos de discos de freno que existen y las diferencias entre los frenos de disco y de tambor; así como de cuánto se calientan los frenos de tu coche e un uso normal o en un burnout.
Sin embargo, hasta ahora nunca os había hablado de las pastillas de freno. Las pastillas se ubican dentro de las pinzas de freno y hacen contacto con el disco cuando pisamos el pedal de freno. El problema es que mientras que los discos y las pinzas ofrecen una mayor resistencia al paso del tiempo, las pastillas es necesario cambiarlas con cierta asiduidad.
Por regla general, las pastillas de freno trabajan en pares enfrentados, de forma que puedan ejercer una “pinza” sobre el disco y, con ello, cumplir su función.
La frecuencia con la que deberemos cambiar las pastillas de freno depende, básicamente, del tipo de vehículo que tengamos, del uso que le demos al equipo de frenado, del tipo de pastillas de freno que equipemos y de los kilómetros que solamos recorrer, lo que hace que las necesidades de mantenimiento varíen mucho de un vehículo a otro.
En cualquier caso, existe toda una serie de recomendaciones básicas que podemos tener en cuenta a la hora de elegir un tipo u otro de pastillas de freno, así como diversos síntomas estándar con los que podremos reconocer la necesidad de llevar a cabo un cambio de pastillas. A todo ello vamos a dedicarle hoy unas líneas.
Elegir las pastillas de freno adecuadas
Lo primero que debemos hacer antes de sustituir las pastillas de freno de nuestro vehículo es tener claro el tipo de pastillas que queremos equipar. Las pastillas de freno se componen de dos elementos: un soporte metálico que permite fijarla y un material prensado que nos permite detener el vehículo gracias a la fricción con el disco de freno.
Como estarás imaginando, es dicho material el que mayor desgaste sufre en cada frenada, por lo que la elección de un tipo de pastillas de freno u otro viene determinado por el tipo de material que las compone. Podemos encontrar en el mercado cuatro tipos de pastillas de freno:
- Pastillas orgánicas: este tipo de pastillas están recomendadas para un uso normal del vehículo, pero en algunas condiciones sufren más de la cuenta, como en pendientes pronunciadas, cuando tiramos de un remolque o en frenadas sobre suelo mojado, casos en los que pierden parte de su capacidad. Como ventaja podemos decir que garantizan la durabilidad de los discos de freno, pero necesitan un rodaje previo y son menos resistentes a un uso intensivo a causa de los materiales que las componen (grafitos, resinas y fibras).
- Pastillas semimetálicas: es el tipo de pastillas más habitual en la mayoría de los vehículos del mercado porque mejoran la capacidad de frenada de las pastillas orgánicas, pero también es cierto que incrementan el desgaste de los rotores. Están compuestas por diversos metales blandos que se incrustan en el material de fricción.
- Pastillas metálicas: este tipo de pastillas destaca por su efectividad de frenada y su mayor calidad. Si bien pagaremos un precio superior por ellas, también su eficacia es superior en todas las situaciones. Eso sí, desgastan en mayor medida el resto de los componentes del equipo de frenos.
- Pastillas cerámicas: habrás oído hablar de ellas en los deportivos y los vehículos de alto rendimiento, ya que su capacidad para soportar elevadas temperaturas, su calidad de fabricación y su resistencia a la fatiga son las mejores del mercado. Sí, son las más caras de todas, pero la cerámica y la fibra de cobre o el carbono son los mejores materiales. Además, pierden muy poca capacidad de frenado con el suelo mojado.
Como podéis ver, la elección de las pastillas de freno más adecuadas depende de muchos factores, desde nuestro presupuesto hasta nuestra forma de conducir, por lo que, a la hora de optar por un tipo u otro, lo mejor es dejarse aconsejar por un mecánico profesional, quien sabrá recomendarnos la mejor elección de acuerdo con nuestras circunstancias personales.
Las pastillas te están pidiendo un cambio
Las pastillas de freno sufren un mayor o menor desgaste en función de múltiples factores: el estilo de conducción, el entorno en el que conduzcamos (en ciudad o autopista)… pero si nos acostumbramos a frenar de manera progresiva y a anticiparnos a las situaciones, podremos prolongar durante muchos kilómetros su vida útil y la de todo el sistema de frenos.
No existe una cifra exacta en la que debamos cambiar las pastillas de freno de nuestro vehículo, entre otras cosas porque las de las ruedas delanteras se gastan más rápido que las de las traseras. Cosa distinta ocurre con los discos de freno, pues un buen mantenimiento de las pastillas puede hacer que estos “sobrevivan” durante toda la vida útil del coche.
Normalmente, en el manual de usuario del vehículo los fabricantes nos recomiendan el período de cambio de las pastillas de freno, pero como cada caso es un mundo, os voy a detallar una serie de síntomas que nos alertan de que el equipo de frenado de nuestro coche está llegando al final de su vida útil.
Lo más aconsejable es que, ante el menor signo de alerta, actúes en consecuencia y cambies las pastillas de freno, tanto por tu seguridad como por la de los demás usuarios de la vía, que luego vienen las sorpresas y los disgustos. Estos son los síntomas que nos alertan de la necesidad de cambiar las pastillas de freno:
- Testigo de desgaste: la mayoría de los vehículos actuales cuentan con un sensor que nos avisa con suficiente margen de que la vida útil de las pastillas de freno está llegando a su fin.
- Recomendación del mecánico: si al llevar tu coche a la revisión o durante cualquier otro servicio de taller el mecánico te recomienda sustituir las pastillas de freno, hazle caso, porque no seguir las recomendaciones de cambio de las mismas podría llevar a que éstas se gasten en exceso y dañen los discos de freno, lo que elevará considerablemente la factura de la reparación.
- Ruidos estridentes al frenar: si las pastillas de freno chirrían al frenar, pueden ocurrir dos cosas, o bien el soporte metálico está rozando con los discos de freno o bien el testigo metálico nos está avisando de su necesaria sustitución. Es importante no confundir este sonido metálico con la presencia de arenilla en los discos en aquellos casos en los que hemos conducido por tierra o barro.
- Pérdida de eficacia e incremento de la distancia de frenado.
- Ruidos y vibraciones: esta situación es algo más grave, ya que esto suele ocurrir cuando el desgaste de las pastillas ha provocado una deformación de los discos de freno. Quizás deberías haber llevado a cabo el cambio de pastillas de freno hace tiempo…
- Comprobación «a ojo»: si bien se trata de una forma algo complicada de comprobar el estado de las pastillas de freno de nuestro vehículo (requiere desmontar la rueda), vigilar el espesor de las mismas es una alternativa para evitar averías. Lo recomendable es que el grosor de las pastillas no sea inferior a dos milímetros.
Las cosas delicadas, mejor para un especialista
Ya hemos comentado en la introducción que los frenos son uno de los componentes más delicados e importantes de nuestro vehículo porque forman parte de la seguridad activa del mismo, así que mi recomendación es que acudas a un taller especializado cuando quieras cambiar las pastillas de freno.
Al ser una pieza delicada, no deberíamos sustituirla en el garaje de nuestra casa, aunque se trate de una tarea bastante sencilla y económica. En todo caso, si te consideras lo suficientemente manitas como para hacerlo tú mismo, en este vídeo puedes ver cómo cambiar las pinzas de freno tú mismo.
Una vez cambiadas las pastillas…
Tras cambiar las pastillas de freno, notarás que estas no gozan de gran efectividad durante los primeros kilómetros. Esto ocurre porque están recién estrenadas, todavía lisas, y necesitan una fase de rodaje, un breve período de adaptación y desgaste para ajustarse correctamente al equipo de nuestro vehículo.
No hay un kilometraje estándar en el que podamos decir que las pastillas están a pleno rendimiento, pero lo más habitual es que estas se ajusten entre los 500 y los 1.000 kilómetros. Es importante que, durante este período en el que la eficacia de la frenada es algo menor, extremes la precaución y mantengas una mayor distancia de seguridad con los vehículos que te preceden, así como que evites situaciones «incómodas» para los frenos (como conducir sobre nieve o hielo).