Hace tiempo que Lamborghini se especializó en la fabricación de coches de ensueño y de atléticas líneas, potenciados por musculosas mecánicas donde los límites se pueden considerar casi inexistentes, solo sea por lo altos que están para prácticamente cualquier mortal.
Este es el caso del Aventador, uno de sus últimos productos que como sigue la tradición, su diseño es capaz de ensombrecer a los ya conocidos del toro. Porque su imagen es un todo homogéneo donde más bien parece que estemos ante una nave espacial con ruedas que ante un coupé deportivo, por muy deportivo que queramos diseñarlo.
El nombre evoca locura, irracionalidad, descontrol, pero solo los primeros pueden encontrar un hueco ya que el descontrol es lo más controlado en este vehículo de extraordinarias cualidades donde todo lo que aparentemente da de más, está atado y bien atado gracias a un chasis, una dirección y un equipo de frenos de alto rendimiento, que al amparo de la apabullante electrónica disponible, hacen que incluso la caída de un pelo pueda ser medida y analizada por los innumerables sensores de que dispone esta bestia parda para todo. Tanto es así, que si en su color negro mate se omitieran los emblemas de la marca y se nos presentase como una de las últimas incorporaciones al elenco armamentístico de cualquier país, colaría como una nueva herramienta de defensa.
Pero lejos de esto, su actitud no es defensiva, sino atacante, tal vez por eso a Cristiano Ronaldo le faltó tiempo para regalarse uno. Será que la identificación de su rol suscitó el inmediato flechazo entre el hombre y la máquina. Lo que sé es que pocas veces las fantasías se materializan de una forma tan eficaz.
El origen de toda está perfección reside en su monocasco de carbono extremadamente ligero, una suspensión bien pensada, accionada por varillas de empuje al más puro estilo de carreras, y una aerodinámica pensada más para darle velocidad al viento que para representar un obstáculo a su avance.
En su interior, un V12 latente de seis litros y medio nos regala unos excesivos 700cv que hacen desaparecer hasta las rectas más largas bajo nosotros como secaño sediento de más y mejor. Una potencia rebosante de brío que a las órdenes de nuestro pie derecho, desamordaza el grito animal de la bestia más salvaje e incontrolada.
Todo esto se une entorno a la tracción integral que hace del Aventador casi un insulto a las leyes de la física, proporcionando orquestadamente junto con otros elementos una estabilidad y un aplomo anormales para un vehículo de calle.
Fuente: Motorauthority
Artículo ofrecido por Autonoción, Blog de coches y motor