Tras una larga y polémica batalla con diferentes colectivos, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA), la Administración Trump y la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en Carreteras (NHTSA) han anunciado hoy la versión final de la Safer Affordable Fuel-Efficient Vehicles Rule (SAFE).
Lo que viene a establecer esta nueva normativa en materia de emisiones es una flexibilización de las regulaciones previas en los estándares CAFE (Corporate Average Fuel Economy) y las emisiones de CO2 para automóviles de pasajeros y camiones ligeros en los modelos 2021-2026.
La nueva regulación permite una reducción anual de las emisiones de CO2 de un 1,5 por ciento hasta 2026, frente al 5 por ciento anual hasta 2025 requerido por los estándares anteriores (2012). Por otra parte, se establece una economía de combustible de 40.1 millas por galón para 2026, en comparación con las 46.7 mpg requeridas previamente para 2025.
Según la Agencia, este cambio normativo permitirá que los automóviles nuevos sean más asequibles para las familias estadounidenses, fomentando con ello la compra de vehículos nuevos para reactivar la industria automotriz en un momento tan crítico. En promedio, los norteamericanos conducen coches de 12 años de antigüedad, una cifra similar a la española.
Las predicciones apuntan a una reducción de 1.000 dólares en el precio de los coches nuevos, con una reducción de unos 1.400 dólares en los costes de propiedad del consumidor durante la vida útil del vehículo. Recordemos que los precios de los automóviles nuevos han aumentado dramáticamente desde 2010 y, al otro lado del Charco, rondan los 37.000 dólares de media.
La Agencia habla de un incremento de nada menos que 2,7 millones de vehículos nuevos adicionales y una reducción de 100 mil millones de dólares en costes regulatorios, entre otros beneficios económicos. Así mismo, afirma que los vehículos serán más seguros y no por ello más contaminantes, ya que siguen sujetos a los estrictos estándares de contaminación de la Ley de Aire Limpio.
Si bien es cierto que la nueva normativa de emisiones no tiene tantos adeptos como se esperaba y acabará en los tribunales, es innegable que a nivel económico es una forma de destensar la soga al cuello que tienen todos los fabricantes de automóviles, especialmente en un momento en el que la industria automotriz está recibiendo uno de los mayores golpes de su historia.
No hace falta irse a los Estados Unidos para ver la catástrofe, el batacazo en las ventas de automóviles en Europa va a ser importante a causa del coronavirus, como os iremos contando en los próximos días, y por ahora los gobiernos no tienen en mente ningún plan para rescatar a este sector que supone el 10% del PIB, empleando al 9% de la población activa.
Bueno, al menos lo hacía hasta que empezó todo. Más de 13 millones de personas en Europa se dedican al sector de la automoción de manera directa, un mercado que, como ya sabrás, también sufre las consecuencias de la estricta normativa de emisiones de la Unión Europea.
En el enlace podéis leer todos los detalles de la misma, ahora la pregunta es: ¿Deberíamos seguir el ejemplo de Estados Unidos para reavivar un sector que da (o daba más bien) de comer a muchas familias? Es poco probable que veamos novedades en Europa en este sentido, pero al fin y al cabo, a nadie le va a sorprender.