La guerra contra los vehículos diésel continúa por parte del nuevo Ministerio de Transición Ecológica. A la ministra Teresa Ribera no le gusta que España esté a la cola de la fiscalidad ambiental europea y, ayer mismo, sentenciaba a los coches diésel en el Congreso de los Diputados, afirmando que «tienen los días contados«.
Según Ribera, la presencia de los diésel en nuestras ciudades «durará más, durará menos, pero sabemos que su impacto en partículas y el aire que respiramos es suficientemente importante para ir pensando en un proceso de salida«, aunque probablemente no se ha parado a pensar que declaraciones como las suyas condicionan la demanda y tiran por tierra la inversión del sector para reducir al mínimo el potencial contaminante de estos modelos.
Mientras el ministerio ya ha puesto en marcha una Ley de Cambio Climático y Transición Ecológica que debería estar lista antes de finales de año, asociaciones como la Asociación Nacional de Vendedores de Vehículos a Motor (GANVAM) piden encauzar la cruzada contra el diésel, porque el Euro 6 ya emite menos que un gasolina.
La lucha contra el vehículo particular se está poniendo seria, pues recordemos que, por ejemplo, Madrid cerrará al tráfico la circulación a los no residentes en todo el distrito centro a partir de noviembre de 2018.
Lorenzo Vidal de la Peña, presidente de GANVAM, pedía ayer al gobierno que evite lanzar dardos sin fundamento contra esta motorización, cuando es un hecho que los nuevos Euro 6 emiten la misma cantidad de partículas que un gasolina, pero menos CO2 por ser más eficientes y consumir menos carburante. Además, tengamos presente que es el gobierno quien subvenciona actualmente los carburantes diésel.
Para esta asociación, entre otras, demonizar de semejante manera a los vehículos diésel no sólo va a tener un impacto notorio en la demanda de este tipo de motorizaciones, sino que además condiciona al cliente a que compre lo que el gobierno dicta, no lo que necesita cubrir según su criterio o preferencias. A modo de ejemplo, podemos ver que las matriculaciones de diésel representan ahora el 37% del total, cuando hace dos años alcanzaban el 75%.
Tras años vendiéndonos que el diésel era la salvación, ahora estas afirmaciones suponen un efecto negativo para un sector económico estratégico como es la automoción, porque tiran por tierra todo el esfuerzo y la inversión tecnológica realizada en reducir al mínimo el potencial contaminante de estos vehículos. Quizás haya que focalizarse en la antigüedad del parque, que ya supera los 12 años de media, con incentivos como subvencionar el abono transporte.