El TATA Nano nació para intentar convencer a las familias menos afortunadas que podían tener un automóvil por poco más de lo que cuesta una moto sencilla para poder viajar con mayor seguridad sin pasar frío. La idea era buena aunque no gustó a una mayoría de su público objetivo.
El que debería haber sido todo un súper-ventas no logró alcanzar las previsiones ni de lejos debido a una imagen de vehículo muy barato que en lugar de mejorar el estatus social solo lo empeoraba. Curiosamente el Nano terminó en los garajes de muchos hogares para cubrir las necesidades como segundo e incluso tercer vehículo de la casa.
Durante años TATA Motors ha intentado modificar la fórmula añadiendo más equipamiento, mejorando su aspecto e incluso lanzando atractivas series especiales pero en ningún caso se lograron vender las unidades previstas. El arranque en su fabricación tampoco fue para tirar cohetes, con muchos empleados quejándose de los bajos salarios.
A pesar de todo lo malo que ha pasado alrededor del Nano, este urbanita ha sido un coche más o menos rentable o, mejor dicho, no le ha costado dinero a TATA. La idea de hacerlo barato era excelente pero no deberían haber recortado tanto en seguridad y confort, además de olvidar ciertos detalles en las versiones básicas que lo hacían poco más que invendible (ventanillas fijas o sin portón posterior abrible).
El TATA Nano nunca llegó a Europa aunque durante los primeros años estuvo en estudio la posibilidad de lanzar una edición mejorada. Los costes necesarios para adaptarlo a las normativas en seguridad y eficiencia, además de la necesaria mejora en calidad y equipamiento lo hicieron inviable. Sí se exportó a otros países asiáticos aunque en ningún caso fue un éxito.