Ya os hemos comentado en más de una ocasión y por lo visto ya hay especialistas dentro de las marcas que han confirmado que los SUVs son un atraso que pronto encontrará su fin.
Son más pesados, más altos y menos aerodinámicos, y por esas mismas razones consumen más que el vehículo del que derivan, son más costosos de mantener en muchas marcas, sus seguros son ligeramente más caros porque sus precios son ligeramente más altos, cuentan con ruedas de mayor diámetro -aunque depende del acabado- y por lo tanto, hablamos de ruedas más caras que a su vez hacen que el coche consuma y emita más -no por ser más caras, sino más grandes-.
A pesar de todo esto, el diseño manda y muchos consumidores los eligen porque son más elevados y ven mejor la carretera, es más cómodo subirte a ellos y en definitiva porque «molan más».
Ahora, un organismo de investigación de energía financiado por algunos gobiernos ha pedido una «acción inmediata» para detener el aumento de las ventas de SUV y los vehículos grandes debido a su impacto negativo en las emisiones de CO2.
Por poner un ejemplo, según el Centro de Investigación Energética del Reino Unido (UKERC), que está compuesto por una base de investigadores instalados en varias instituciones del Reino Unido y financiado por UK Research and Innovation, el rápido crecimiento en las ventas de SUVs que ha tenido lugar en la última década ha llevado a un aumento en las emisiones totales de CO2 de la flota mundial de automóviles, a pesar del crecimiento de los vehículos eléctricos de batería a los que se le otorga un valor de emisiones 0 -algo que tampoco me parece justo-.
Los modelos de tipo SUV ya superan con creces el 20% de las ventas de algunos países pero lo peor de todo es que algunos países ya tienen millones de SUVs circulando por sus carreteras -como el caso de España-.
El UKERC dice que los SUV producen alrededor de una cuarta parte más de CO2 que un automóvil de tamaño mediano debido a su tamaño y peso extra.
Si bien las ventas de vehículos completamente eléctricos están aumentando, los SUV los superan en ventas 37 a 1 en el más optimista de los mercados, algo que sólo se puede traducir en una frase «hay gente que está consumiendo más energía y recursos de lo que debería»-.
Algunos científicos han subrayado que la incorporación de vehículos exageradamente grandes y que consumen mucha energía para moverse no es más que una burla más que merma los esfuerzos que están haciendo otras personas para mejorar sus emisiones de CO2.
La descarbonización de la industria del automóvil no es posible a corto plazo, pero si queremos reducir los gases de efecto invernadero a corto plazo deberemos de cambiar radicalmente la forma de pensar que tenemos y que nos imponen desde algunas marcas o gobiernos.
Para empezar, la vuelta al diésel solucionaría parte de este problema con el CO2, sin embargo, tiene que ser con vehículos diésel que cumplan por lo menos la normativa Euro 6 -si puede ser una superior, mejor- ya que de este modo tendremos menores emisiones de otros contaminantes y partículas -las mismas que un vehículos equivalente gasolina pero con mucho menos CO2-.
En segundo lugar deberíamos demandar unos vehículos más pequeños o por lo menos más ligeros y aerodinámicos que consuman menos y necesiten menos litros de combustible para desplazarse.
Por poner un ejemplo de vehículo recién lanzado al mercado: Un BMW Serie 1 2020 con mecánica 118i emite 121 g/km de CO2 mientras que su homólogo diésel, el 118d emite 108 g/km de CO2 pero si nos vamos a la versión 116d hablamos de 100 g/km de CO2.
Si extrapolamos estos datos a un vehículo más grande, de mayor tamaño, peor aerodinámica y mayor consumo, los datos se diferencian más aún, algo que a todas luces es preocupante.