No es ningún secreto que la normativa de emisiones se está volviendo cada vez más estricta, especialmente en la Unión Europea. Tras el duro golpe que supuso para muchos fabricantes de automóviles la entrada en vigor del ciclo de homologación WLTP el pasado año, ahora es el turno de la nueva normativa RDE (Real Driving Emissions).
La segunda fase de la nueva regulación, adoptada únicamente por la Unión Europea, entró en vigor ayer mismo, 1 de septiembre de 2019, y no llega para sustituir al ciclo WLTP, sino más bien para complementarlo con datos recogidos en ensayos más exhaustivos. Su objetivo es medir las emisiones de partículas en entornos reales.
Se centrará esencialmente en las emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx), dejando de lado los laboratorios. Es más, con la implantación de esta segunda fase de la normativa de medición de emisiones europea RDE, se pretende dar carpetazo definitivo al antiguo ciclo de homologación NEDC, cada vez menos representativo.
Para llevar a cabo la medidas de emisiones en el RDE, se instala en los vehículos un equipo técnico de medición y se conduce el vehículo en múltiples situaciones que reflejen un uso habitual por parte de los usuarios: alta y baja altitud, temperaturas exteriores dispares, diversas condiciones de carga, entornos urbanos y extraurbanos, ascensos y descensos…
El WLTP se centra en la medición de consumo y CO2, mientras que el RDE pone su foco de atención en las partículas de NOx.
Además, el RDE exige realizar pruebas con cada variante comercializada de cada modelo de coche. Con ello, no solo se convierte en el estándar más exigente del mundo, sino que además supone un notable incremento en los tiempos y costes de homologación. El próximo año será exigible para las furgonetas de mayor tamaño y, en 2021, se introducirán límites más exigentes para las emisiones de NOx.