Con prácticamente nada importante por decidir en el mundial, el circuito de Buddh acogía este fin de semana la antepenúltima prueba de la temporada. Era primera vez que una carrera del campeonato del mundo de Fórmula 1 se disputaba en dicho país, y aún el viernes se daban los últimos retoques al trazado para que todo estuviese a punto. A pesar de los esfuerzos de todos, aficionados incluídos que respondieron sorprendentemente acudiendo al circuito en cantidad superior a la esperada, lo cierto es que la carrera fue absolutamente soporífera. No tuvo historia. Vettel lideró de la primera a la última vuelta. No aparecen en el alemán visos de relajación. Ni siquiera una mínima condescendencia del que se siente ya ganador, y decide permitir a sus rivales saborear las mieles de la victoria. A mitad de semana comentó que le gustaría ayudar a su compañero Mark Webber para verle ganar una carrera este año. El australiano, víctima de los buenos resultados de Vettel y siempre a su sombra desde la campaña pasada, rechazó el brazo que se le tendía. No necesitó más el recientemente coronado bicampeón del mundo: carrera a su aire y una nueva victoria. Tal fue su superioridad que, como ya hiciese en Corea, marcó la vuelta rápida en el último giro, como para recordar al resto quien manda, y dejar claro que puede ganar cuando y como quiera.
El segundo puesto del campeonato está cada vez más cerca de Jenson Button, primero de los perdedores también en India, y que por tanto se distancia de Fernando Alonso y Mark Webber en su lucha particular. El inglés es regular y se ha mostrado consistente durante todo el año. Posiblemente haya cuajado una temporada mejor incluso que cuando fue campeón. Sin embargo, la presencia de Red Bull hace inviable que pueda alcanzar cotas mayores. Alonso completó el podio y todo apunta a que también será tercero del mundial, una posición noble para cualquier piloto o escudería, pero insuficiente para lo que se espera del asturiano y de Ferrari, especialmente si tenemos en cuenta la sensación real de inferioridad que transmite cada fin de semana con respecto a sus rivales McLaren y Red Bull.
Lewis Hamilton y Felipe Massa siguen a la gresca. Después de que el viernes Hamilton fuese sancionado con tres puestos en parrilla, por obviar las indicaciones de las banderas amarillas durante los entrenamientos libres, el inglés vio como su carrera quedaba condicionada y debía luchar por puestos más retrasados. Eso le llevó a encontrarse nuevamente con su «amigo» Massa, al cual trató de adelantar por el interior una vez que le dio alcance. El brasileño cerró su trazada como si no hubiese allí ningún otro monoplaza y se llevo «puesto» al de McLaren. No es el año de Lewis, que ni siquiera quiso comentar el incidente recién terminada la carrera (pudo continuar y terminar) ni tampoco de Felipe, que esta vez, además, tuvo la culpa del incidente y tuvo que realizar un drive through.
Los que todavía pueden lograr un objetivo importante son los pilotos de Toro Rosso. En su particular batalla por superar a Sauber y Force India en el mundial de constructores, los ingenieros del equipo son de los pocos que siguen introduciendo novedades en sus monoplazas. Bien lo aprovecha Jaime Alguersuari, que terminó una vez más en los puntos (octavo), y supera claramente a su compañero de equipo Sebastien Buemi en la clasificación general. Por su parte, los Hispania terminaron 17 y 18 respectivamente, y se mostraron competitivos con respecto a los Lotus y, especialmente, los Virgin.
Ahora, sin embargo, me gusta disfrutar de ese momento porque creo que el aplauso, como forma de alabar un trabajo bien hecho, es un privilegio.