La demonización del diésel no solo ha provocado una caída radical en las ventas de este tipo de vehículos, sino que además, está afectando directamente al bolsillo de todos los españoles cuando compran un coche nuevo. Buena prueba de ello, es que el pasado mes de octubre la recaudación por el impuesto de matriculación se disparó en un 26,8% según datos de la Agencia Tributaria. Una consecuencia inevitable de dar la espalda a los diésel, los cuales emiten menos CO2.
El impuesto de matriculación va directamente ligado a las emisiones de CO2 de cada vehículo, y por lo tanto, los coches de gasolina salen claramente perjudicados. Ahora, con las ventas de gasolina en alza es algo normal que la recaudación por este tipo de impuesto se haya visto incrementada. Y todo a pesar de que las entregas de vehículos todoterreno y turismos hayan experimentado un retroceso del 6,6% en octubre, lo que en cifras supone hasta 88.410 unidades.
Mientras que hasta septiembre la recaudación por el impuesto de matriculación fue de un 31,4%, el pasado mes de octubre se redujo hasta el 27%. Algo que también se explica como consecuencia de la bajada de las matriculaciones con el nuevo ciclo de homologación WLTP. De esta forma, entre los meses de enero y octubre la cuota generada por las comunidades autónomas ascendió hasta los 414,9 millones de euros, lo que supone un incremento del 30,8% respecto al 2017.
Son muchos los que muestran su desacuerdo con este impuesto, el cual solo tiene en cuenta las emisiones de CO2 y por lo tanto beneficia a los diésel. Quizás, lo más justo sería realizar una modificación del mismo para que tuviera en cuenta el resto de gases contaminantes y tóxicos. La llegada del nuevo ciclo de homologación WLTP, también tiene gran parte de culpa en este aumento de la recaudación, ya que como normal general y gracias a una serie de pruebas más realistas, el consumo y las emisiones aumentan.