AMG es conocida por ofrecer a los clientes de todo el mundo el máximo rendimiento, la máxima exclusividad y unas sensaciones de conducción realmente salvajes -sí, el bramido de sus escapes es… sensacional- desde nada menos que 1967, que se dice pronto. Sin embargo, no todo han sido momentos de gloria y no es la primera vez que hablamos de una peculiar creación desarrollada por la compañía, pero quizás sí que se trate de una de las más especiales.
En 2017, la compañía fundada por Hans-Werner Aufrecht y Erhard Melcher celebró su 50 aniversario y mucho ojo, porque en el transcurso de este medio siglo de vida, lo que ahora se llama Mercedes-AMG ha registrado numerosos éxitos en el deporte del motor mediante el desarrollo de vehículos únicos de carretera, pero también algún que otro fracaso del que seguramente todavía se están arrepintiendo.
Hoy en día, como filial de Daimler AG, la compañía de Affalterbach representa la punta de lanza deportiva del Grupo alemán, pero hubo un tiempo en el que este preparador independiente era libre de firma acuerdos con el mejor postor. Entre ellos no faltó Mitsubishi y, como recordarás, el peculiar Galant AMG de 1989, pero hoy os traigo un modelo todavía más excéntrico desarrollado junto a la firma nipona.
Hablamos del Mitsubishi Debonair V 3000 Royal AMG, un JDM (Japan Domestic Market) muy especial que, en realidad, representó la primera colaboración entre ambas compañías. Nació en 1987, justo un año después del mítico «Hammer» alemán basado en el Mercedes-Benz Clase E W124. Por aquél entonces, el modelo de la estrella contaba con un bloque V8 de 5.6 litros y 360 CV puesto a punto por AMG que lo hacía realmente rápido, más que un Ferrari Testarossa o un Lamborghini Countach.
Para 1987, el nombre de AMG ya sonaba por todas las esquinas: habían logrado su mayor victoria y un gran prestigio. Fue entonces cuando Mitsubishi llamó a su puerta en busca de crear un modelo único y el resultado fue el Mitsubishi Debonair V 3000 Royal AMG, una especie de berlina que más bien parecía un Mercedes-Benz de la década de 1980 al que se le había añadido un discreto kit de carrocería y varias pegatinas AMG.
Estaba equipado con una suspensión ajustable en altura, un volante más deportivo y un discreto spoiler sobre la tapa del maletero que no es que le favorecieran mucho, pero le daban ese aspecto «picante» tan ansiado por la clase media japonesa. Pensemos que, en la década de 1980, Japón estaba lleno de hombres relativamente ricos y exitosos que buscaban algo práctico y sensato, pero también con una parte de la exótica deportividad europea.
Con esta idea presente y, por si su estética no acababa de decepcionarte conquistarte, en el vano motor se mantuvo intacto el bloque DOHC V6 de 3.0 litros que transmitía toda la potencia a las ruedas delanteras. Y menos mal, porque aumentar la potencia de 150 a más de 200 CV en un sedán de tracción delantera y 1.620 kilos de peso no habría sido una gran idea. Llegó al mercado a un precio de 35.206 euros al cambio.
Como os podéis imaginar, no se convirtió precisamente en una leyenda japonesa -como ocurre con otros JDM- y rápidamente cayó en el olvido, pero en 1990 Mitsubishi sintió la necesidad de competir contra el Cedric Gloria Brougham de Nissan y sacó al mercado el Debonair V 150 AMG. El ‘150’ hacía referencia a la mayor longitud de su carrocería -150 mm-, pero era tan raro que «murió» tras su llegada al mercado. Se vendía por 38.105 euros al cambio.