Los más entrados en años seguramente recuerden el Rover 200, más conocido desde 1999 como Rover 25. Este modelo del segmento C producido por Austin Rover Group, y más tarde MG Rover, era el sucesor del Austin Maestro. Solo la última generación fue producida por Rover en solitario, pero es en su tercera entrega cuando nace el Rover 200 BRM.
El Rover 200 BRM es uno de esos unicornios de la industria automovilística. Hoy en día, las pocas unidades que existen se pueden encontrar en torno a los 8.000 y 9.000 euros. Un precio elevado si tenemos en cuenta que los Rover 200 convencionales apenas alcanzan los 3.500 euros. La pregunta es: ¿Tan especial era este modelo de edición limitada?
El 200 BRM debuta en el Salón del Automóvil de Frankfurt de 1997 como prototipo.
Más bien, iba a serlo. Dicen las malas lenguas que el Rover 200 BRM iba a aparecer en el mercado bajo la insignia de MG, junto al roadster TF. El objetivo era relanzar una submarca con opciones deportivas, pero BMW truncó estos planes cuando tomó el timón. Básicamente, las versiones de alto rendimiento de los Rover hacían que la mayoría de los BMW parecieran caros y lentos.
Fue una época turbia, de perdidas económicas que desembocaron en la desaparición de la marca. Teniendo en cuenta la estrategia de marketing de BMW, la edición limitada BRM del Rover 200 acabó comercializándose como un modelo más de la gama. MG se quedó tan solo con su proyecto del MGF Roadster, un deportivo biplaza de motor central que tampoco fue un gran éxito.
El nacimiento del Rover 200 BRM
La llegada del Rover 200 de tercera generación en 1995 puso fin al 216 GTi 16v de la generación anterior. Algo más adelante entró en escena el motor 1.8 Vi con 145 CV. Ofrecía unas prestaciones bastante decentes y buen comportamiento dinámico. Sin embargo, el modelo de calle pasaba demasiado desapercibido, sin apenas diferencias respecto a sus hermanos de gama.
Como solución, en 1999 nace el Rover 200 BRM (British Racing Motors), de aspecto más radical. Se fabricaron solo 1.000 ejemplares como homenaje a la presencia del fabricante en la Fórmula 1 durante los años ’50 y ’60. De ahí precisamente su color exterior, el Verde Brooklands. A contraste destacaba una toma de aire de color naranja en el frontal que sobresalía del paragolpes.
Otro detalle específico eran las llantas. Destacaban por sus tapones centrales BRM y estaban disponibles en un tamaño de 16 pulgadas (205/45 R16). Lucían un acabado cromado a juego con otros detalles, como las carcasas de los espejos retrovisores, los embellecedores laterales y la cola de escape, entre otros. Tampoco faltaban los emblemas BRM en la zaga y las aletas delanteras.
Pero quizá lo más llamativo era el interior. El gran protagonista era el cuero rojo, que tapizaba los asientos, las puertas y la consola central con un patrón de rombos. Como elementos diferenciadores estaban los detalles cromados. El aluminio decoraba algunos elementos clave como la moldura en el salpicadero, los controles de la climatización y el pomo del cambio.
Potencia, la justa y necesaria
En las entrañas del Rover 200 BRM descansaba el motor más potente de la gama para 1.070 kg de peso. Hablamos de un bloque de cuatro cilindros 1.8 Vi con 145 CV (107 kW) a 6.750 rpm y par máximo de 174 Nm a 4.000 rpm. Le gustaba girar alto de vueltas, hasta las 7.000 rpm. Asociado a una caja de cambios manual de cinco velocidades, ofrecía unas prestaciones más que correctas.
Completaba el 0 a 100 km/h en solo 7,9 segundos. Además, declaraba una velocidad punta de 204 km/h. Como no podía ser de otra manera, se llevaron a cabo algunos cambios en el chasis. Concretamente, montaba un diferencial Torsen delantero y una suspensión más rígida y rebajada en 20 mm. Equipaba frenos de disco delanteros (262 mm) y discos macizos traseros (239 mm).