Las críticas no lograron detener a Rolls-Royce, quien hace ya dos años sacó al mercado su poderoso Cullinan, el que se ha convertido en el todoterreno más lujoso del planeta, por mucho que le duela al Bentley Bentayga. Se trata del segundo Rolls-Royce de nueva generación que se construye haciendo uso de la nueva ‘Arquitectura de lujo‘ de aluminio.
Eso, unido a la máxima tecnología, lo convierten también en el SUV de lujo más avanzado tecnológicamente. Bajo el capó, el conocido bloque V12 biturbo de 6.75 litros desarrolla 571 CV (420 kW) a 5.000 rpm y 850 Nm de par máximo desde 1.600 vueltas para mover los 2.660 kilogramos que pesa este mastodonte.
Pero en el mundo hay mucho inconformista, y es por ello que el especialista del mercado de accesorios del automóvil Mansory nos presenta una de sus últimas creaciones. Solo habrá 13 ejemplares de esta lujosa preparación y ya hemos visto varias de ellas, como el Coastline o el British Racing Green.
Gracias al trabajo del especialista tendremos un Cullinan mucho más agresivo que el convencional, el cual luce en su carrocería un completo kit de personalización en el que no falta una carrocería ensanchada con elementos de fibra de carbono e iluminación LED adicional.
Se han añadido nuevos paragolpes, un prominente alerón trasero, una cubierta del motor personalizada, un sistema de escape deportivo con cuatro salidas, una suspensión neumática ajustable y unas gigantescas llantas de 24 pulgadas que lucen un diseño multirradio con acabado negro.
La carrocería, bastante siniestra, apuesta por el mismo color de las llantas, el negro; el cual se combina con un indiscreto tono azul marino en el habitáculo. Este tapizado se ha aplicado a los asientos (que tienen el logotipo de Mansory bordado en los reposacabezas), las puertas y los reposabrazos, empleando un patrón de rombos.
Para llamar todavía más la atención, se complementa con ribetes en verde azulado. El salpicadero luce el mismo color y también las alfombrillas, que tienen bordes blancos. Los precios parten de la friolera de 785.000 euros en Alemania, impuestos aparte, por lo que no hablamos de un juguete accesible para todos los mortales.