En el mundo del automóvil estamos viviendo un momento enrarecido debido a la relevancia que han tomado las emisiones en los últimos meses después de que algún caso de importancia a nivel mundial saltara a la primera página de los medios de comunicación.
Las Sondas Lambda funcionan como una regulación inteligente dentro del sistema de gases de escape del motor, midiendo la composición de los mismos. Esta tecnología permitió, por primera vez, la dosificación exacta de la cantidad de combustible inyectado y, por lo tanto, un funcionamiento altamente eficiente y limpio del motor. Pero aún hay más. En los motores de combustión, tanto el ahorro de combustible como el tratamiento de los gases de escape, no serían posibles sin la presencia de las actuales sondas lambda.
La Sonda Lambda -Sonda-λ- no es más que un sensor que está situado en el conducto de escape, inmediatamente antes del catalizador gracias al que se puede medir la concentración de oxígeno en los gases de escape. La medida del oxígeno es representativa del grado de riqueza de la mezcla, magnitud que la sonda transforma en un valor de tensión y que comunica a la unidad de control del motor para que actúe en consecuencia.
La sonda en sí está constituida por una parte cerámica y unos electrodos de Circonio o Titanio.
De momento, han pasado ya 40 años desde que comenzase su producción en serie.
Aunque cueste creerlo, fue en 1976 cuando comenzó en los EE.UU. la historia de éxito de esta sonda: El Volvo 240/260 fue el primer vehículo turismo en equipar de serie una Sonda Lambda, erigiéndose como estándar para el mercado estadounidense.
Ya entonces, las regulaciones de emisiones en los EE.UU. eran relativamente estrictas. Al mismo tiempo, el sensor demostró el rendimiento que la tecnología de los modernos motores podía llegar a alcanzar. A menudo, los valores de emisiones fueron aún mucho más bajos que los legalmente permitidos, gracias al control preciso de la sonda lambda. A estas alturas, los sensores lambda se han convertido en una pieza fundamental de los automóviles modernos.
Por razones técnicas, cada vez más vehículos con motor de gasolina utilizan dos sensores lambda para el sistema de gases de escape. La tendencia a utilizar este elemento continuará a medida que los límites legales de emisiones para los vehículos de combustión de nueva matriculación sean cada vez sean más estrictos, puesto que sólo pueden ser alcanzados por medio de un tratamiento altamente eficaz de los gases de escape.
En caso de una sonda lambda con avería, los conductores deben sustituirla tan pronto como sea posible. Sin una correcta medición de los valores proporcionados por el sensor, la combustión pierde su eficacia y aumenta el consumo de combustible. Adicionalmente, una sonda defectuosa provocará daños en el catalizador, llevará a que el vehículo incumpla las normativas de emisiones de gases y, por lo tanto, no supere las inspecciones técnicas, contaminará el medio ambiente y proporcionará irregularidades en otros componentes de la gestión del motor.
Se recomienda que la sonda lambda sea revisada cada 30.000 km.
Una diagnosis On-Board (OBD) realizada en el taller puede proporcionar de forma fiable información sobre si un sensor lambda necesita ser reemplazado o no.
Alex Morillas Rodríguez
Jose Lletí
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