Corría el año 1927 cuando Rudolf Caracciola ganó la carrera inaugural para automóviles deportivos en el Nürburgring Nordschlife un 19 de junio. A los mandos de un Mercedes-Benz Model S, este hito marcaría un antes y un después en los deportes de motor, alcanzando una velocidad media de 101,1 km/h. En los años siguientes, el mundo de la competición en Europa quedaría dominado por los poderosos modelos sobrealimentados del fabricante germano, con grandes nombres sobre la pista como los Model S, SS, SSK y SSKL.
Algún tiempo después, en 1931, el triunfo de Caracciola en la Mille Miglia a bordo de un SSKL supuso otro gran éxito: era el primer ganador de la carrera de las mil millas italiana que no era italiano. Más o menos por aquella época, la firma de la Estrella ofrecía a usuarios privados algunas versiones de los Model S, SS y SSK muy cercanas a los modelos de competición para permitirles experimentar la sensación de la victoria.
Pero centrándonos en el modelo que hoy nos atañe, debéis saber que este Mercedes-Benz Model S fue conocido como el primer White elephant o ‘Elefante Blanco’ de la marca. Sí, es cierto que dicha denominación puede resultar poco favorecedora, pero fue el propio público quien denominó así a los modelos de carreras de Mercedes-Benz. Sus modelos de alto rendimiento dominaban el panorama de la competición al final de los años ’20 y principios de la década de 1930, luciendo una carrocería blanca bajo la que se escondían grandes, fuertes y poderosos bloques sobrealimentados que rugían en cada aceleración.
El motor se ubicó 30 centímetros más atrás, lo que mejoró significativamente la distribución de la carga por eje. El peso del chasis se detenía en los 1.270 kilogramos, lo que suponía un ahorro sobre la báscula de 230 kilos respecto al Model K. Al mismo tiempo, la mecánica aumentó casi 550 cc, hasta los 6.789 centímetros cúbicos.
Muchos fueron los triunfos del Model S en la competición (Nürburgring, GP de Alemania, Suiza…), y gran parte de su éxito se debía a la plataforma sobre la que estaba desarrollado: se basaba en el Model «K» de 1926, el cual ya había competido con el chasis acortado 24/100/140 CV en numerosas ocasiones. Otra porción del pastel de la victoria fue para su mecánica, un potente propulsor sobrealimentado de seis cilindros con un impresionante desplazamiento y doble encendido al que se aderezó con aumento de la potencia, un chasis optimizado y una notable reducción de peso. Concretamente, hablamos de un total de 88 kW/120 CV (132 kW/180 CV con el sobrealimentador) en el Model S frente a los 81 kW/110 CV (con el sobrealimentador 118 kW/160 CV) en el Model K.
Pero sus logros no solo fueron reseñables en el mundo de las carreras, también fueron mucho los clientes particulares que optaron por tener un Mercedes-Benz Model S en su garaje. Se vendía como un turismo descapotable de cuatro asientos y numerosos carroceros de renombre, tales como Erdmann und Rossi (Berlín), Freestone y Webb (Londres), Papler (Colonia), Saoutchik (París), Van den Plas (Bruselas) o Zietz (Ginebra), utilizaron el chasis para desarrollar sus propias creaciones. Finalmente, el Model S fue sustituido por los Model SS y SSK. A día de hoy, la compañía germana asegura que ese espíritu sigue vivo con la familia Mercedes-AMG GT y su máximo exponente, el AMG GT R que, además, es uno de los modelos AMG más reseñables de la historia.