El Mercedes-Benz Clase E 2016 es, sin duda, uno de los lanzamientos más sonados de este año. A pesar de que sus continuistas líneas le asemejan excesivamente a un Clase C o un Clase S, la marca germana le ha equipado con un amplísimo elenco de innovaciones tecnológicas que hacen de él una auténtica maravilla sobre ruedas.
Sin embargo, hay un hecho que probablemente muchos hayan pasado por alto, un hecho sin el cuál el Clase E que conocemos a día de hoy quizá no fuera el mismo. Que la marca haya elegido el mes de enero para su presentación y que su elevado equipamiento tecnológico no se haya reservado para el próximo Clase S no es fruto de la casualidad, sino una forma de rendir homenaje a los 40 años de éxito del modelo.
El actual Clase E recibió su denominación en 1993, pero entre el 22 y el 28 de enero de 1976 veía la luz en el Circuito francés Paul Ricard el Mercedes-Benz W123, un lujoso automóvil donde la elegancia y la innovación fueron las protagonistas. Su llegada al mercado fue inicialmente en variante berlina (W), pero tan solo un año más tarde la gama se amplió con la versión Coupé (C) y, por primera vez, con un modelo Estate (S). Poco a poco el 123 ganó atractivo en el mercado y en apenas 10 años se fabricaron 2,7 millones de vehículos, entre los que tampoco faltaron versiones con carrocería extendida en 63 centímetros (V) y vehículos blindados destinados a cuerpos especiales.
Estéticamente, el Mercedes-Benz W123 reproducía los principales rasgos de diseño de la Serie 116 y los modelos R/C 107 SL, con unos faros delanteros en posición horizontal en lugar de las tradicionales ópticas montadas verticalmente, una caída del techo notablemente inclinada y numerosos ángulos en su línea. Además, su habitáculo gozaba de una calidad elevada y ofrecía una amplia funcionalidad, mientras que la gama de motores era de las más extensas del mercado.
Aunque la mayoría de las motorizaciones fueron heredadas de los W114 y W115 («Stroke/8»), el W123 250 recibió el nuevo propulsor de seis cilindros y 2.5 litros M123 con 129 CV (95 kW) y el bloque de cinco cilindros turboalimentado OM 617 con 125 CV (92kW) que se montaba en el 300 D Turbodiesel. En total, nueve variantes diferentes que se complementaban con un elevado nivel de seguridad, un confort ejemplar y una sorprendente facilidad de mantenimiento para un coche de aquella época.
Pero entre los datos más reseñables de su existencia está el hecho de que sirvió como banco de pruebas para la investigación de sistemas de propulsión alternativos: en 1981 nacía el Mercedes-Benz W123 200 movido por gasolina y gas licuado, seguido de una versión eléctrica sobre la base del modelo Estate en 1982 y el W123 280 TE de hidrógeno en 1983.
Ya en 1985 la producción llegó a su fin, prolongándose sus ventas hasta principios de 1986 a pesar de que su sucesor, el W124, llevaba 10 meses en el mercado. Desde 1975 hasta 1986, los 2,7 millones de vehículos producidos se correspondían con 2.375.440 unidades de la variante estándar, 199.517 unidades del Estate, 99.884 unidades del Coupé, 13.700 unidades con batalla extendida y 8.373 unidades destinadas a los cuerpos especiales.
Uno de los coches que veía de niño y me flipaba. Y no dudaría en comprarlo si tuviera billetes.
Amador Carballo Lado
Un cochazo
Modelo que llegaba a más de un millón de kilómetros sin problemas, con sus respectivos cambios de piezas por desgaste pero con una fiabilidad casi inigualable.
Cochazo calidad fiabilidad todo comodidad clase bufffff uno d las mejores berlinas d la historia tuvo mi padre una y una pasadaaaaaa
Precioso.clásico
No es un coche
Es DIOS!!!!!!!!
Y sigue siéndolo!