No es ni mucho menos la primera vez que os comento que todas las etapas de la historia del automóvil han tenido algo en común: la carrera tecnológica hacia la rentabilidad y la eficiencia. En épocas palabras, cuando el petróleo no era un problema y el consumo un simple dato, eran otros los motivos de competencia entre las marcas, tales como la potencia, el diseño, la durabilidad…
Sin embargo, en pleno 2018, con la obsesión por el consumo y la contaminación provocada por la Unión Europea y los temerosos usuarios, la búsqueda de nuevas fuentes de energía se ha convertido en el mayor desafío del transporte. Las marcas gastan millones en I+D, realizan planes estratégicos a corto, medio y largo plazo; adquieren las patentes potencialmente más beneficiosas… y esto hace aparecer todas las alternativas a la gasolina y el diésel que conocemos hoy en día.
Son la consecuencia de años de investigación porque, a día de hoy, ya se ha visto que el fabricante que no cuide su huella en el planeta estará fuera del panorama automovilístico en un futuro cercano. Vehículos híbridos, eléctricos, de pila de hidrógeno o de gas son la respuesta a las necesidades de un sector que en el fondo lo que busca es reducir el euro por kilómetro de su gama y tener así la ventaja competitiva que esto supone de cara a la administración pública (con “el jaleo este” de la contaminación) y al cliente final (consumo de combustible).
Nos están vendiendo que el vehículo eléctrico es el futuro y, hoy por hoy, eso es una mentira como un templo. Son muchos los fabricantes que a día de hoy afirman que al vehículo de combustión en general y al diésel en particular todavía les quedan muchos años de vida en el mercado, entre ellos Volkswagen, Mazda o Daimler. Otros, tales como Volvo o Toyota, ya han adelantado que estas mecánicas desaparecerán del Viejo Continente, propuesta a la que hoy se suma Nissan.
El fabricante nipón cree que los clientes seguirán preocupados por los aumentos de los impuestos y las restricciones, y a consecuencia optarán por comprar un vehículo de gasolina, híbrido o eléctrico en lugar de un automóvil convencional con motor diésel. En cualquier caso, son realistas, declarando a Reuters que «junto con otros fabricantes y organismos industriales, podemos ver el declive progresivo del diésel, pero no anticipamos su final repentino en el corto plazo«.
Por ahora, los motores diésel modernos seguirán siendo demandados y seguirán formando parte de la oferta de mecánicas de Nissan que, como ya sabéis, proceden de su socio francés Renault. Hablamos de los turbodiésel Common Rail dCi de 1.5, 1.6 y 2.0 litros que dan vida en Europa a los Micra, Pulsar, Juke, Qashqai, X-Trail y a los vehículos comerciales ligeros de la marca. Sin embargo, estas irán desapareciendo de forma paulatina para, finalmente, acabar desapareciendo a medio plazo en las nuevas generaciones de los modelos Nissan.