El MINI Clubman de segunda generación está en el ecuador de su ciclo de vida. Desde que viera la luz en 2015, pocos han sido los cambios que ha visto su gama, pero con motivo del Salón del Automóvil de Shanghái el compacto recibe un sutil lavado de cara para aguantar unos cuantos años más en el mercado. Básicamente, las novedades se centran el algunos detalles del exterior y el habitáculo.
En el exterior, el nuevo Clubman recibe una parrilla frontal actualizada con los listones cromados en posición más baja. El borde, también cromado, es ahora más estrecho, mientras que las versiones S y SD optan por un diseño de malla hexagonal para la parrilla. En ambos extremos, encontramos nuevos faros de mayor tamaño con un escudo negro en el interior.
Ahora los antiniebla cuentan con un aro de LEDs diurnos y hay disponibles nuevos faros LED adaptativos que incluyen luces de carretera automáticas. Lo mismo ocurre en la zaga, donde el cambio principal se centra en los nuevos pilotos con iluminación LED y borde cromado. Opcionalmente, pueden incorporar la Union Jack como en el resto de la gama.
Rematan los cambios exteriores tres nuevos colores para la carrocería, rojo, verde y negro, que contrastan con las molduras en Piano Black.
La única novedad a nivel técnico es la adición de una nueva suspensión deportiva opcional que reduce la altura de la carrocería en 10 milímetros. Sus amortiguadores adaptativos pueden regularse en dos niveles, Comfort y Sport; al tiempo que se ha ampliado la oferta de llantas con tamaños de hasta 19 pulgadas y mútiples diseños. La gama mecánica se mantiene intacta.
En el interior también hay alguna que otra novedad, pero estas son todavía menores, limitándose a la tapicería de cuero Chester, que ahora se ofrece en los colores Malt Brown, Indigo Blue y Satellite Grey; y a mayores opciones de personalización. La pantalla del sistema multimedia sigue siendo de 6.5 pulgadas de serie, pero hay una opcional de 8.8 pulgadas. Ahora integra una tarjeta SIM para los servicios de conectividad.