El MINI original es un modelo único donde los haya, pero si además le añadimos algunos componentes fuera de serie para hacerlo todavía más espectacular, el conjunto promete. Es lo que le ocurrió a esta unidad, la cual vemos completamente destrozada en las imágenes, pero ojo, porque en su día llevaba bajo el capó nada menos que un bloque V8 con 3.5 litros de origen Buick.
Desarrollado por Harry Ratcliffe, propietario de una compañía conocida como BRT y su co-director, el señor Jeff Goodliff, este curioso MINI que vio la luz en Littleborough fue desarrollado para convertirse en una auténtica fiera sobre la pista, aunque acabó convirtiéndose en un verdadero reclamo publicitario.
¡Y vaya reclamo! Este MINI Cooper llevaba atornillado a la parte trasera un poderoso bloque V8 de origen Buick y contaba con algunos elementos únicos procedentes de otras grandes joyas de la automoción, como un sistema de transmisión y un eje delantero procedentes del mismísimo Jaguar E-Type. Adicionalmente, tampoco quisieron dejar pasar la oportunidad de instalarle unas enormes llantas -para lo que es el coche, claro- de 13 pulgadas y unos cristales sustituidos por metacrilato.
Según relata la historia, el coche era inmanejable. Es más, sus propios creadores se refieren a él como lo mejor y lo peor que se podía crear al mismo tiempo. No duró muchos años en funcionamiento y, después, el Cooper-Buick cayó en el olvido en algún almacén durante 30 años, hasta que recientemente la casa de subastas JD Classics se la vendió a su actual y afortunado propietario.