Aunque éramos muchos los que pensábamos que los combustibles sintéticos eran parte del futuro y que podrían darle vida a los motores de combustión interna más salvajes jamás fabricados, desde Europa ayer le pusieron punto final.
Sí, fue bonito mientras duró y es que el desarrollo de combustibles sostenibles sintéticos estaba siendo el causante de una auténtica revolución en la industria y si los procesos llegaban a ser sostenibles y rentables, podríamos estar hablando a largo plazo de un derrumbe de los precios de la gasolina, algo que sin lugar a dudas supondría un respiro para millones de trabajadores y empresas de todo el planeta que o bien no podían o bien no querían electrificarse aún.
Aunque desde el Grupo Volkswagen en colaboración con su socio de proyecto, Global Bioenergies habían anunciado la e-benzin (e-gasolina) y desde Toyota en colaboración con Subaru y Mazda tenían un proyecto muy maduro de diésel sintetizado a base de algas, parece que ha llegado a su fin, al menos en territorio europeo.
Aunque los combustibles sintéticos reducían notablemente las emisiones contaminantes y de CO2, la UE ha aprobado de forma preliminar poner fin al futuro de los combustibles sintéticos para ahorra problemas a largo plazo y atajar el problema de la contaminación derivada de los motores de combustión interna usen el combustible que usen.
Parece que con este nuevo obstáculo, los fabricantes tienen tres vías de escape posibles, o bien se electrifican por completo, o recurren a la pila de combustible de hidrógeno o a la propia combustión de hidrógeno, tal y como está probando actualmente Toyota.
A pesar de los obstáculos de la Unión Europea, desde Japón apuestan por estos combustibles sintéticos o biocombustibles.
El biodiesel que emplea en turismos, comerciales y competición es un combustible renovable de próxima generación producido con aceite de cocina usado y Euglena, un tipo de alga similar a las algas pardas y enredos marinos.
El biodiesel de euglena es un combustible de bajo impacto ambiental, que cumple con las regulaciones SOx de países como Japón, porque a diferencia del fuelóleo pesado convencional, no contiene azufre, un importante fuente de contaminación del aire.
Este biocombustible también produce niveles significativamente más bajos de gases de efecto invernadero (GEI) durante combustión en comparación con los combustibles fósiles.