Todas las etapas de la historia del automóvil han tenido algo en común: la carrera tecnológica hacia la rentabilidad y la eficiencia. En épocas pasadas, cuando el petróleo no era un problema y el consumo de combustible de nuestros vehículos un simple dato, eran otros los motivos de competencia entre las marcas, tales como la potencia, el diseño, la durabilidad…
Sin embargo, en pleno 2018, con la obsesión por el consumo y la contaminación provocada por la Unión Europea y los temerosos usuarios, la búsqueda de nuevas fuentes de energía se ha convertido en el mayor desafío del transporte. Las marcas gastan millones en I+D, realizan planes estratégicos a corto, medio y largo plazo; adquieren las patentes potencialmente más beneficiosas… y esto hace aparecer todas las alternativas a la gasolina y el diésel que conocemos hoy en día.
Actualmente, el fabricante que no cuide su huella en el planeta estará fuera del panorama automovilístico en un futuro cercano. Vehículos híbridos, eléctricos, de pila de hidrógeno o de gas -GLP y GNC- son la respuesta a las necesidades de un sector que en el fondo lo que busca es reducir el euro por kilómetro de su gama y tener así la ventaja competitiva que esto supone de cara a la administración pública (con “el jaleo este” de la contaminación) y al cliente final (consumo de combustible).
En este contexto nacen prototipos como el SsangYong e-SIV que conoceremos en el Salón del Automóvil de Ginebra 2018 en apenas dos semanas, un concept cuyas iniciales significan Electronic Smart Interface Vehicle, es decir, un SUV 100% eléctrico de tamaño mediano, desarrollado con el objetivo de demostrar la determinación de SsangYong para crear soluciones de movilidad sostenible, conectada y de conducción autónoma. Además, este modelo será el encargado de marcar el camino de la próxima generación de vehículos SUV y eléctricos de la compañía, con una autonomía NEDC de 450 kilómetros, un motor eléctrico con una potencia de 140 kW, y una batería que entrega 61,5 kWh.