Llevamos una interesante semana de aniversarios, especialmente de modelos alemanes, pero en esta ocasión nuestro protagonista es nada menos que un modelo con ‘doble nacionalidad’, el Volvo 780, que en 2015 cumple nada menos que 30 castañas.
Originario de Suecia, este modelo heredaba algunos rasgos italianos como resultado de la colaboración entre Volvo Car Corporation y la compañía italiana Bertone. Aunque la ingeniería y los componentes principales fueron desarrollados por la firma sueca, la carrocería fue obra de los italianos, dando como resultado este elegante coupé de aires deportivos.
Lo cierto es que 1985 fue un año cuanto menos interesante: varios artistas de todo el mundo se agruparon bajo el nombre de ‘USA for Africa’ y grabaron el tema We are the World, Mijaíl Gorbachov asumió el liderazgo de la Unión Soviética, Microsoft publicó la primera versión del sistema operativo Windows y por primera vez se utilizó el ADN como prueba para resolver un crimen. Entre tanto acontecimiento relevante, Volvo aprovechó para presentar el 780 coupé en el Salón del Automóvil de Ginebra.
No era el primer Volvo que nacía fruto de la colaboración entre ambas firmas -ya habían desarrollado conjuntamente el 262C en 1977-, pero sí se trataba del vehículo más caro jamás fabricado por la marca sueca. Desde sus inicios fue un modelo al que sus creadores le quisieron dotar de cierta exclusividad, con un volumen de fabricación a pequeña escala y enfocado a demostrar el potencial de Volvo en el segmento de los vehículo premium, pensando fundamentalmente en su exportación a mercados como los de Estados Unidos, Japón y algunos países europeos.
Para conseguirlo, el Volvo 780 se equipó lujosamente. Mientras los laterales de las puertas y el panel de instrumentos escondían detalles en maderas nobles y la tapicería de piel estaba disponible en dos colores contrastados, el equipamiento de serie contenía prácticamente la totalidad de elementos disponibles en aquella época, como los asientos, las ventanillas, los retrovisores y el techo solar de accionamiento eléctrico o el climatizador. Además, los rasgos de vehículos italianos también estaban presentes en el habitáculo, con un mecanismo de control de la apertura de las puertas que desbloqueaba el portón trasero y la tapa del depósito de combustible.
Fiel a los propósitos de Volvo, su equipamiento en materia de seguridad tampoco se quedaba nada corto, montando frenos ABS, pretensores en los cinturones de seguridad e incluso una pequeña carga pirotécnica colocada en el mecanismo de la bobina de inercia del cinturón que estaba diseñada para detonarse en el preciso momento de la colisión, garantizando con ello que el cinturón de seguridad se tensara antes de que pudieran actuar las fuerzas del impacto.
Alcanzó un volumen de 8.518 vehículos fabricados en un periodo de cinco años, lo que supuso todo un éxito. Probablemente, parte de su atractivo residía en el hecho de que, a diferencia del 262C, se trataba de un vehículo fabricado desde cero con una carrocería totalmente nueva.
Siendo francos, los esfuerzos por disimular sus similitudes con los modelos sedán no surtieron mucho efecto, pero lo cierto es que solo compartía con la serie 700 el chasis y las motorizaciones, entre las que se encontraban un motor turbodiésel de seis cilindros en línea, un motor turbo de 4 cilindros y un V6 como tope de gama.