Convertido en todo un mito de la historia del automóvil, el Citroën 2CV prolongó su vida comercial durante más de 40 años. Durante este tiempo, se adaptó a los cambios sociales y técnicos. Llegó a alzarse como un símbolo de un estilo de vida desenfadado y bohemio. Desde su lanzamiento, sorprendió al mundo con su diseño inusual, su construcción, su versatilidad y su extrema economía.
La tecnología, que era muy avanzada en ese momento, también impresionó a los clientes. Destacaban la tracción delantera, la suspensión y el motor de dos cilindros refrigerado por aire. No es de extrañar, pues el desarrollo del 2CV se prolongó durante una década. Incluso con una Guerra Mundial por medio. El elevado número de pedidos hizo que se convirtiera rápidamente en un modelo clave en la sociedad.
El 2CV deleitó a las masas con su concepto hasta el punto de que en 1990 se habían vendido más de 5,1 millones de unidades (incluidas furgonetas).
En la actualidad, es uno de los iconos de la historia del automóvil; un modelo de esos que ha marcado un antes y un después. Pensemos que el Citroën 2CV fue diseñado especialmente para el público en general, en un momento en que el automóvil todavía era un objeto de lujo. Era un vehículo económico con características innovadoras, no un automóvil mediano de tamaño reducido.
El punto de partida: prototipo TPV
Ya a mediados de la década de 1930, Citroën comenzó a desarrollar un automóvil económico para el público en general. Sí, el futuro Citroën 2CV. Las instrucciones del diseñador André Lefèbvre eran claras. Debería ser un automóvil pequeño y radicalmente minimalista, capaz de acomodar a dos agricultores con botas, parte de la cosecha, un barril de vino y moverse a unos 60 km/h.
Asimismo, tenía que ofrecer un confort máximo tanto en la ciudad como el campo. Todo ello con un equipamiento simple para reducir costes. Fue bautizado como TPV «Toute Petite Voiture» («auto muy pequeño»). Su debut estaba previsto para el Salón del Automóvil de París de 1939. Por desgracia, la guerra no lo hizo posible y los 250 prototipos ya construidos fueron desechados u ocultos.
Después de la guerra, Citroën retomó el trabajo. Pese a su “target” popular, Citroën no reparó en medios para desarrollar este modelo. Se pensaron y probaron toda clase de innovaciones tecnológicas y de diseño. Así, se ensayaron brazos de suspensión de magnesio, puertas circulares, faros inspirados en las luciérnagas… El aligeramiento del vehículo se convirtió en una obsesión.
En base a ello, la carrocería de aluminio ondulado de cuatro puertas del Citroën 2CV no fue diseñada para ser autoportante. Como la mayoría de las piezas adicionales, se atornilló al chasis de acero. Por otra parte, en lugar de un techo fijo hecho de acero, el vehículo estaba equipado con un techo enrollable hecho de vinilo; mientras que las ventanillas eran de mica.
Llegaron a tal punto que incluso se rechazaban los prototipos que ofrecían demasiado confort. El único capricho se concedió en la tapicería, en la que se atendió la recomendación de la esposa de Boulanger. Gracias a todas estas características renovadas, el Citroën 2CV era un modelo completamente revisado en comparación con el TPV.
El Citroën 2CV se hizo realidad
El Citroën 2CV nació como un vehículo pensado para motorizar a los campesinos franceses y lograr que pasaran del carro o la mula al automóvil. Si bien es cierto que la idea inicial surgió en 1935, habría que esperar a 1949 para verla convertida en un vehículo de serie. No fue moco de pavo lograr cumplir con el exigente pliego de condiciones.
Pero se consiguió, el Citroën 2CV era capaz de:
- Transportar un cesto de huevos por un campo sembrado sin que se rompiera ninguno.
- Soportar un peso de 50 kg de mercancías.
- Ser conducido con facilidad por alguien sin experiencia al volante.
- Tener bajos costes de mantenimiento.
- Consumir, como máximo, 3 litros a los 100 kilómetros.
Y, por supuesto, pese a su vocación agrícola, equipaba la joya de la corona de la marca: la tracción delantera. Con todas estas premisas cumplidas, en 1948, en el Salón del Automóvil de París, se esperaba con expectación la llegada de un nuevo modelo de la firma gala. El runrún que venía escuchándose apuntaba hacia un vehículo pequeño y práctico pensado para el campo.
En aquél momento, nadie pensaba en grandes alardes técnicos o estéticos. Por eso, la sorpresa fue mayúscula cuando Pierre Boulanger, Director General de Citroën y artífice de este nuevo concepto de movilidad, retiró el velo que ocultaba el nuevo modelo. “Aquí está el coche del futuro”, dijo Boulanger ante una atónita audiencia, encabezada por el entonces Presidente de la República Francesa, Vincent Auriol.
Tanto los presentes como aquellos que visitaron el Salón durante los días posteriores se quedaron patidifusos al ver la estética peculiar de este modelo. Hubo comentarios para todos los gustos. Desde “horrible” “raro” o “espantoso” a “divertido” o “único”. La prensa, por su parte, no fue demasiado indulgente con su diseño. Sin embargo, nadie pudo criticar la mecánica, porque no había ninguna.
¿Un coche recién presentado sin motor?
Detrás de la ausencia de la mecánica se ocultaba un cambio técnico de última hora. La intriga se resolvió al año siguiente, cuando un 2CV que enseñaba todos los secretos de sus entrañas fue el rey y señor del stand de la marca. El nuevo motor bóxer de dos cilindros refrigerado por aire contaba con una cilindrada inicial de 375 cm3 y 9 CV (6,6 kW) de potencia.
Estaba equipado con una caja de cambios de cuatro velocidades. Gracias a ello, era capaz de rondar los 70 km/h de velocidad máxima. La mecánica fue evolucionando y, con el paso de los años, en 1970 apareció un motor de 602 cm3. Esta nueva mecánica inicialmente tenía 28 CV (21 kW). Los últimos modelos con 29 CV alcanzaban velocidades máximas de 113 km/h.
Lo cierto es que el 2CV siempre fue un coche sencillo, pero estaba bien planteado y construido desde el principio. Tanto que, en su evolución, no hubo cambios importantes. El motor ganó cilindrada y potencia, aunque se mantuvo siempre con un consumo muy bajo. Los frenos de disco en las ruedas delanteras (inicialmente de tambor) no fueron necesarios hasta los años 80, debido a su ligereza.
Pronto llegó el éxito al Citroën 2CV
En un país en reconstrucción, que aspiraba a un mayor bienestar, su lanzamiento comercial llegó en el momento oportuno. El primer sedán pequeño con tracción delantera ofrecía espacio suficiente, no tenía pretensiones, era agradable y económico. Precisamente por esas razones, enseguida conquistó al público francés e incluso español. Sí, el 2CV también fue un habitual en nuestras carreteras.
El nuevo modelo de Citroën se convirtió en la expresión de una nueva filosofía del transporte privado; un vehículo para las personas y un símbolo de libertad y alegría. Miles de personas, que ni siquiera necesitaban un coche tan económico, lo adoptaron porque se sintieron atraídos por su diseño, su filosofía y su sencillez. Estas permitía adaptarlo al gusto de cada uno.
A modo de anécdota, cabe destacar que, debido a las escasas materias primas, Citroën inicialmente solo pudo producir un pequeño número de unidades. Esto dio como resultado listas de espera de hasta seis años. Aún así, no perdió adeptos, porque el precio de compra era muy bajo. También los costes de mantenimiento, gracias a la tecnología simple de la que hacía uso.
El comportamiento del Citroën 2CV se caracterizó por una movilidad todoterreno relativamente buena y también por una inclinación lateral considerable en las curvas. Debido a su ligereza, el motor bóxer ubicado en la parte baja y el depósito de combustible bajo, hacían que el centro de gravedad fuera muy interesante. Según decían, era casi imposible volcar, aunque aquí hay más mito que realidad.
Más allá de su éxito comercial, el Citroën 2CV tuvo un papel fundamental en el desarrollo de la industria de automoción en España. En 1958, abría sus puertas, en la Zona Franca de Vigo, la fábrica de Citroën Hispania. La marca, que ya estaba presente en la Península con vehículos importados desde 1924, apostaba por producir en España por el bajo coste de la mano de obra.
A ello había que sumarle la situación geográfica de la ciudad gallega y la posibilidad de conquistar un mercado emergente. El primer modelo que salió de las líneas de montaje de “La Citroën” de Vigo fue el 2CV, en su versión furgoneta. Pronto seguirían su estela los 2CV turismo. Debido a la producción nacional y a las características de este modelo, tuvo un gran éxito en nuestro país.
El Citroën 2CV se mantuvo con salud de hierro durante los años 70 y 80. Sin embargo, las reglamentaciones medioambientales y de seguridad fueron limitando sus ventas en cada vez más países. Además, su fabricación seguía siendo manual. Esto disparaba su coste frente a los modelos de la época, en los que los robots tenían cada vez un papel más importante.
Tras el cierre de la fábrica de Levallois-Perret en los años 80, el Citroën 2CV pasa a fabricarse en Mangualde, Portugal. Allí, a las 16 horas del 27 de junio de 1990, saldría el último de su estirpe. Eso sí, con 41 años de vida comercial y más de 5 millones de unidades vendidas en todo el mundo. Era el punto final a una trayectoria única, que ha marcado la memoria de varias generaciones.
Un coche con muchas caras, sin apenas cambios
Como sus clientes, el Citroën 2CV fue evolucionando. En los primeros años sólo se fabricaba en gris, pero después hubo una paleta extensa de colores, algunos muy vivos. Las distintas series especiales, como el Sport, el Charleston o el Cocorico, le dieron un toque más de estilo. Todo dentro de una estética que se mantuvo casi inmutable durante 42 años.
Los cambios más notables en la carrocería fueron el sentido de apertura de las puertas en 1964 o la tercera ventanilla lateral de algunas versiones. Por lo demás, sólo añadiduras de equipamiento (que habrían pasado por lujos inicialmente) y cambios cosméticos en los faros, los paragolpes o la parrilla. También hubo diversas versiones puestas a punto por los más aventureros.
Muchos hicieron del 2CV el compañero ideal de aventuras para dar la vuelta al mundo por poco dinero. Incluso pilotos con pocos recursos, pero con mucha sed de carreras, realizaron grandes raids como el París-Kabul-París de 1970; o el Raid África de 1973 (8.000 km a través del Sahara). Lo cierto es que, a pesar de sus limitaciones, tuvo, y sigue teniendo, una fuerte vertiente deportiva.
Claro ejemplo de ello es el campeonato 2CV Cross, que se sigue disputando actualmente en Francia. En España, se podía ver al 2 CV -junto con el Mehari y el Dyane 6- en las delirantes carreras de Pop Cross. Hasta el cine se hizo eco del impacto del 2CV en la sociedad española. En 1967 se estrenaba “Sor Citroën”, protagonizada por Gracita Morales. Fue una comedia de éxito en taquilla.
El Citroën 2CV AU, predecesora del C-15
Disponible, en un primer momento, solo en forma de berlina descapotable, desde 1951 el 2CV se ofrece también en versión furgoneta. Conocido como Citroën 2CV AU, llegó a España unos años después con la apertura de la fábrica de Vigo en 1958. Con ella Citroën se anticipó al boom económico de los años 60, ofreciendo un vehículo versátil.
Se adaptaba como un guante a las necesidades de empresas y administraciones. Sus prestaciones, su mantenimiento sencillo y económico, su amplio espacio y sus suspensiones hicieron que se alzase como la alternativa ideal tanto para circular por ciudad como para enfrentarse a las malas condiciones de las carreteras comarcales y caminos rurales de la época.
Esto la convirtió en todo un referente del mercado al poco de su lanzamiento. En julio de 1949 comenzó la producción para Francia. El éxito del modelo superó ampliamente las expectativas. Tras los primeros meses en el mercado, el plazo de espera llegó a tres años. Y es que, con esta nueva versión, el 2CV ganaba en capacidad de carga hasta alcanzar la media tonelada.
Todo ello sin perder ninguna de las grandes ventajas de la versión turismo. Equipaba dos de sus grandes señas de identidad: el motor bicilíndrico refrigerado por aire, diseñado por Walter Becchia; y su innovadora suspensión con muelles helicoidales y amortiguadores de fricción. Durante décadas, pintado en gris, fue el vehículo más habitual de organismos públicos.
Administraciones tan esenciales como Correos y Telégrafos o la Compañía Telefónica Nacional de España, tenían el 2CV AU entre sus filas. Además, era una herramienta de confianza para profesionales y empresas de todo tipo. Incluso la Guardia Civil y las unidades de Montaña del Ejército se hicieron con varias unidades del Citroën 2CV Sahara. Era un 4×4 antecesor de los SUV actuales.
La peculiaridad de esta versión está en su forma de asegurar la tracción total: tenía dos motores, uno para las ruedas delanteras y otro para las traseras. Con el paso del tiempo, la gama del Citroën 2CV furgoneta se fue diversificando. Del modelo AU inicial se pasó al longevo AZU con más capacidad de carga.
Posteriormente, la llegada de nuevos motores y modificaciones técnicas auspiciaron el lanzamiento de las versiones AK y AKS. Con ellas se superan los 600 kg de carga. Finalmente, en 1977, el 2CV furgoneta dejó de producirse. Le sustituyó un derivado del Citroën Dyane, el Acadiane. Fue conocido en España como Dyane 400 y se produjo en Vigo hasta 1987.
Este modelo, que compartía tecnología y motores con su antecesor, prolongó, en cierto modo, la leyenda del 2 CV furgoneta. Lo hizo hasta que le sucedió un modelo no menos mítico y del que también podríamos hablar largo y tendido: el Citroën C-15. Pero esa es otra historia de la que pronto hablaremos largo y tendido…